Karen Vázquez Juárez
El ámbito rural a menudo se confunde con un lugar ideal para vivir, es decir, se tiene la idea de que en el “campo” la vida es sencilla pero organizada, que es independiente de los zonas urbanas y sobre todo que es un lugar donde se vive en armonía;
“en palabras de Caro Baroja, la forma rural es mas noble y valiosa que la forma urbana, porque nos da la naturaleza divina, en tanto que la vida urbana es obra del hombre, donde encontramos el vicio, la corrupción y el artificio” (Caro Baroja 1963: 27-28)
Otros como Catón ven en las zonas rurales donde surgen los mejores ciudadanos, los soldados leales y donde hay menos envidia, lo cierto es que las zonas urbanas o rurales no se encuentran desdeñadas de la envidia, falta de organización, pobreza o poca organización.
Este pensamiento de la zona rural como lugar ideal, se dejo de lado con estudios posteriores a la segunda guerra mundial y en México gracias al trabajo de Lewis en Tepoztlan.
Ahora encontramos ejemplos de ellos por doquier, como es el caso de Tepeyahualco, una zona rural en el estado de Puebla, donde un día común, la señora Angélica, como ya era costumbre, saco a su perico “pancho”por la mañana. Pancho tenia la costumbre de salir de su jaula cuando el así lo quería, lo hacia abriendo la puerta con el pico, esta ocasión así lo hizo, pero lo diferente de la ocasión fue que no le habían cortado las alas.
Angélica fue hasta el árbol donde lo colgaba para darle agua y al no verlo comenzó a gritarle –Pancho, ¡pancho!- ella escuchaba que el perico le respondía pero no sabia de donde provenía el grito, de inmediato busco a sus hijos, cuñada, sobrinos y suegra para que le ayudaran a buscarlo. Siguiendo el grito del perico, llegan hasta la casa de una vecina, la señora Rosa, de inmediato le piden al perico platicándole que había abierto la puerta y así llego hasta su casa. La señora rosa, les dice que no puede regresarles al perico porque es de ella, que ella lo encontró en el monte y que le hiciera como quisiera que no se los daría amenos |
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que le pagaran lo que costaba, 2000 pesos.
Ante la actitud de la señora Rosa, Angélica y su cuñada Minerva, visita al Juez de Paz, para comentarle la situación. A lo que el juez manda al comandante con un citatorio para Rosa, pidiendo su presencia en la mañana del día siguiente para aclarar la situación del perico.
Al día siguiente las señoras acuden con el juez de paz, Rosa sigue pidiendo 2000 pesos por el perico, su argumento actual era que ella lo había comprado, Angélicano acepta y amenaza con ir hasta Tepeyahualco y poner una demanda en el municipio, Rosa asustada le dice que se lo regresa pero que le pague lo que comió el perico equivalente a cincuenta pesos, acompañadas de familiares y el Juez acuden a la entrega del perico, Rosa, ya molesta por no haber obtenido el perico ni la cantidad que deseaba, exige se lleven rápido al perico y que sea en la mano porque, en sus palabras, su jaula no estaba a disposición de ese animal.
Las personas de esta comunidad nos muestran que el ideal pastoril no existe, sin embargo, si nos muestran un gran número de barreras sociales al cambio y algunas de ellas que no entran en el ejemplo. Estas familias lejos de tener solidaridad dentro de la comunidad o miedo a la opinión pública, solo se centraron en sus deseos dejando de lado estas barreras, hicieron un evidente “conflicto” por los intereses propios donde reinaba, por un lado el valor sentimental que simbolizaba el perico al ser un obsequio de una tía de Angélica, y por el otro el incentivo económico que rosa podría obtener por su hallazgo.
También hay otras que llamaremos barreras insertas en su sociedad; como en el caso de la señora Rosa que no demuestra miedo a perder su dignidad al no decir la verdad de la procedencia del perico, ambas se alejan de la barrera de la solidaridad de grupo.
1 Foster, George: Las Culturas Tradicionales y los Cambios técnicos, La Comunidad Rural en el Mundo Tradicional y Barreras Sociales al Cambio. Fondo de Cultura Económica. México, D.F. (1994). |
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